Bajo la luz de Neymar, el Barcelona consiguió una nueva clasificación en Copa al imponerse al Atlético de Madrid con marcador de 2-3 (global 4-2).
Los de Luis Enrique se vieron muy pronto en desventaja con un gol de camerino, cuando Torres recibió un balón producto de una anticipación en defensiva y después de dejar sin cadera a Mascherano sacó un latigazo que se coló por el poste derecho de Ter Stegen, más estatua que arquero para poner el encuentro empatado en el global y con la sensación que sería una noche demasiado larga para el Barcelona.
Pero, cuando el equipo recuerda de a qué se juega en este deporte, volvió a demostrar un imponente repertorio físico en cuando a la intensidad de marcación y mostró su mejor cara en este apartado. Por si fuera poco, también hizo uso de un arma poco utilizada pero que tiene los recursos y los argumentos válidos para hacerla efectiva. De contragolpe, el Barça igualó el encuentro gracias a una magnífica jugada que inició Messi por banda derecha, que luego cedió a Suárez y éste envió un balón al espacio para aprovechar la velocidad de Neymar que con un derechazo cruzado ponía el marcador 1-2 a favor del cuadro catalán. Contragolpe efectivo y de libro.
Como viene siendo habitual, la venda en los ojos del arbitraje, deja su sitio para pitar penales inexistentes, como es el caso de la jugada entre Mascherano a Juanfran, más afuera que adentro, más choque fortuito que falta. Así, el Atlético estaba nuevamente a flote, era el 2-1. El Barça no se amilanó y se mantuvo al filo de la navaja contra el cuello rojiblanco. 8 minutos más tarde un mal rechace de Miranda provocó el empate, el 2-2 que obligaba al Atlético a marcar dos goles más para pasar la eliminatoria. Muy cuesta arriba.
Para más inri, tres minutos más tarde, Neymar anotaba el tercer tanto, después de una jugada en que los colchoneros reclamaron penal porque el balón pegó en el codo de Alba, el “siga, siga” se escuchó y el Barça salió como un rayo en contragolpe, ese mismo que terminó definiendo Neymar ante la desidia de la defensa rojiblanca que veía perforada su meta por tercera ocasión y con ella la difícil misión de tener que marcar tres tantos para quedarse con la eliminatoria.
Por si fuera poco, el Atlético se auto suicidó en el entretiempo por la expulsión de Gabi en el tunel de vestuarios, mucha más carga para un equipo de por si fracturado por la presión del marcador en contra, de la desventaja y porque su rival, a pesar de las lagunas defensivas de siempre, fue un tren en ofensiva y cada llegada presagiaba un nuevo gol.
Poco en la segunda mitad, más un paseo del Barça que se limitó a hacer lo necesario para mantener alejado al colchonero de la meta defendida por Ter Stegen y a controlar el esférico. Así transcurrió el tiempo, mientras el Atlético sacaba el hacha para talar árboles, el Barça hacía su juego, la afición enmudeció y el tiempo final llegó. No sin antes, culminar la faena para el Atlético con una nueva expulsión, los del Cholo terminaron con 9, eliminados y con el mal sabor de no saber perder.