Normal. Equipo sotanero jugando finales cuando el cinturón comienza a apretarle la garganta. Pasaquina se impuso como local ante Águila, con un pésimo arbitraje localista de Jaime Carpio. Normal cuando Águila juega.
Quiérase o no, era algo que tenía que suceder, el colero oriental más tarde o más temprano debía conseguir su primera victoria en la primera división, “no hay mal que dure 100 años”, pero ante Águila logró sacar agua del pozo, a expensas incluso, de jugar con un hombre de más, por expulsión -injusta- de Óscar Cerén por doble amarilla.
Con un solitario gol al 60′ los burros encontraron el camino como locales para doblegar al emplumado que no pudo seguir sumando y se complicó cuando perdió a Cerén precisamente 5 minutos después de estar en desventaja en el marcador.
En declaraciones posteriores al encuentro, el jugador expresó: “No le falté el respeto. Le dije que por qué nos pitaba tantas faltas que nos afectaban y me sacó la amarilla. Luego le dije que no le había faltado el respeto y que no merecía la tarjeta y me terminó de expulsar. Desde que empezó el partido me agarraron a patadas y nunca amonestó”. Verdad o mentira que solamente sabrán los implicados, árbitro y jugador, pero cuya decisión de expulsarlo condicionó seriamente a Águila, que tampoco es que jugó uno de sus partidos más excelsos pero tampoco vale condicionar un partido a un arbitraje más a favor del local que de la visita, sobre todo cuando te cosen a patadas para evitar hacer tu juego y encima el arbitro da vía libre para que continúen jugando de esa forma.
Águila no mantuvo la linea de rendimiento sobre la que venía jugando y eso se visualizó en la cancha, un error en defensa costó el gol de la derrota para Águila, que no tuvo su tarde y prueba de ello es que no pudo aún jugando con los once ante el equipo colista, y es que cuando se enfrenta primero contra último, ni la lógica se impone y normalmente lo que ocurre es que el último doblega al puntero. Águila lo sufrió y perdió una oportunidad de oro para descolgarse en la tabla.