Sin fútbol no se puede, sin encontrar el ritmo y el estilo de libro. El Barcelona naufragó ante el Málaga que le puso llave a la puerta y dejó sin opciones al conjunto de Luis Enrique, más una opción B sin muchos de los titulares y otros que llegaron pero que simplemente no ofrecieron las garantías y tampoco fueron la solución a los males que aquejaron a un pobre Barça.
Jugó el azulgrana quizá el peor partido de lo que va de temporada y de la era de Luis Enrique, con notables ausencias, pero quizá y lo que se debe concluir es la pobre imagen que ofrecieron durante los 90 minutos. Dicho ésto, la prueba irrefutable de su rendimientos es que no hubo un tan solo disparo a puerta, algo impensable cuando lo que se persigue es la victoria.
Quedó en evidencia que algunos jugadores son titulares indiscutibles, tal es el caso de Alves, que en su lugar entró Douglas, brasileño debutante, pero que tristemente ofreció una inmejorable ocasión para lanzarlo a la hoguera de la incertidumbre, recambio que no ofreció ni las garantías ni tampoco esperanza, dejando muy en alto que la experiencia y el bagaje de Alves hasta este momento es irremplazable.
Tras el paso glorioso llegó el desastre, eso si, no fue una derrota para descabezar a medio equipo, pero la pésima imagen mostrada y la falta de fútbol, dejó en evidencia un retroceso, sin verticalidad, sin la chispa necesaria, sin conjunción. El Barça fue la antítesis de lo visto en las primeras cuatro jornadas. En el quinto partido se quedó sin gas y sin el deseo de gloria.
Luis Enrique ya envió un mensaje al decir que los jugadores “no son máquinas” pero su decepción fue tal que también dijo que “Desde que se inventaron las excusas ya no hay culpables”, una daga que debe hacer mella en los jugadores para buscar el alto nivel y no creerse que con la camiseta solo sí y nada más con ella se pueden ganar los partidos.