Con la lección aprendida de la deblacle brasileña, argentinos y holandeses salieron al terreno de juego con la idea clara de no cometer errores, de ser reservados y de ofrecer la menor cantidad de espacios en defensa, pero fue la albiceleste quien llevó el ritmo del encuentro, puso el juego, puso el fútbol, puso los tiempos, pero también, para beneficio propio puso el oficio.
La Argentina, selección por la que quizá muy pocos daban créditos al inicio de este torneo, otros le auguraban una debacle similar a la de Brasil o en su momento la de España ante holandeses, que dicho sea de paso, vinieron de más a menos, pero que sufrieron como casi todos los semifinalistas para llegar a tales instancias. Holanda, la eterna favorita, pecó de exceso de confianza y le entregó el balón a los de Sabella, que se multiplicaron para no conceder espacios en abierto a Van Persie y Robben, las dos puntas de lanza para romper una defensiva que tuvo en Mascherano, un verdader “Jefe” en pie de lucha, el jefecito firmó una de sus mejores actuaciones con la albiceleste, sobre todo en la ocasión donde evitó que Robben marcara el de la ventaja para Holanda.
La libreta de Van Gaal apostó por un esquema reservista, esperanzado en que un despunte de sus lanzas de ataque encontraran huecos ante la muy oficiosa Argentina, que sufrió, pero sacó el traje de gala para mantener a raya a los tulipanes.
La prórroga tampoco dio un ganador, fue necesaria la ruleta de los penales. Romero se llevó nuevamente la victoria a los bolsillos gracias a los paradones ante Ron Vlaar y Sneijder, y así, Argentina logró eliminar a los holandeses, vengó aquella derrota sufrida en Francia ’98 y se prepara para sacarse la espina de la última final disputada, ante los alemanes en Italia ’90, precisamente, su rival el próximo domingo.