Brasil cayó al fondo del abismo, a la tierra de los mortales, a ser un simple y vulgar equipo, enajenado de su juego, y derrumbado en su propio feudo.
Es muy difícil tratar de explicar una debacle monumental como la sufrida por la verdeamarelha, cuando la superioridad alemana fue de proporciones mayúsculas, que no dan pie a argumento alguno para justificar la destrucción masiva de un equipo asentado en la figura de tres jugadores, y que sin dos de ellos, y uno, haciendo una de sus peores actuaciones que se recuerdan, terminó destruido, en ruinas donde solo la ceniza es fiel testigo del potencial alemán.
Quizá el “Maracanazo” se queda corto, quizá es imposible igualar una derrota de tal magnitud y elevarla al nivel de la goleada sufrida ante los teutones, probablemente, la historia se concretiza como uno de los peores momentos vividos por una selección brasileña, mermada en sus opciones y superada en todo aspecto.
Es imposible negar que los alemanes sacaron provecho de las carencias de su rival, que sin Neymar en la cancha, se quedó sin el único jugador que creaba algo, o que al menos intentaba un estilo de juego diferente, no es lo mismo defender al habilidoso delantero que hacerle sombra a Fred. Las cosas como son. Poco y nada de Brasil, pero más Alemania y más potencia para destruir un esquema a base de paredes y balones a primer toque. El esquema defensivo de Scolari, sucumbió insosteniblemente, sin un plan B para palear las notables ausencias, la de Neymar, ya dicha, la de Thiago Silva y un irreconocible David Luiz, que terminó retratado en el césped del Mineirao, al igual que todos sus compañeros de selección.
Pero el mérito se lo llevan los alemanes, que le pasaron por encima tácticamente a Scolari y los suyos, nunca sufrieron un serio peligro en su derrota, le bastó muy poco para conseguir su boleto a la gran final, y es que para esto juegan los alemanes, una muestra que su competitividad se basa no sólo en lograr la victoria, sino en dar un golpe de autoridad, en el mismísimo Brasil, el dueño de casa.
La alegría brasileña se convirtió en tristeza, el carnaval lo puso Alemania, el toque-toque a ritmo de samba encumbró a Alemania que camina sólida y con opciones claras de lograr un nuevo título mundial, frente a sí, lo tendrá a Argentina que también quiere revivir viejas glorias pasadas.