Revivir al borde del precipicio, cuando la herida es más honda y punzante, y cuando la crisis aparece para destruir todo a su paso.
El Barcelona logró una remontada ante el Athletic, una que no lograba desde el mes de febrero, desde entonces perdió el tren de la liga, ese mismo que aún lucha por alcanzar, perdió la Champions y también la Copa, éstos últimos, de forma tambaleante y sin fútbol, sin la chispa correcta y con la sensación de vencerse antes de comenzar a jugar.
Probablemente no sea lo correcto utilizar la palabra “revivir”, pues si bien el Barca no estaba muerto, pero si estaba ausente, perdiendo el sello de la casa, fallando goles infallables, y casi destruyendo el manual de estilo, con lagunas tácticas y con ineficacia física precisamente en la parte de la temporada donde ganas o pierdes, donde vives o mueres.
Parecía que el Camp Nou viviría una de esas pesadillas que en su día se afrontó, con un equipo atacando y reencontrándose a sí mismo, pero siendo víctima de su falta de definición en puerta y cayendo tras una sola del rival. En fin, que el Athletic no fue un rival endeble y frágil, a sabiendas que la sangre está cerca de llegar al río, salió sólido, vertical y decidido, con el cuchillo entre los dientes a rematar la faena, con la idea que una victoria prácticamente le estaría asegurando su clasificación a Champions, y la buscó.
El Barca mostró algo diferente, Messi apareció, y con pinceladas del fútbol que lo hizo grande, arengó al equipo a buscar algo más, pero esperó hasta verse abajo en el marcador, emparejó Pedro y tres minutos después, Messi la colocó bajo por el palo izquierdo para decretar la remontada. Sufrió el Barca si, pero también evidenció una mejoría en cuanto a la imagen, a tener mejor juego aunque sigue padeciendo de los errores que cuestan goles, de fallos tácticos en posicionamientos y coberturas, pero eso ya, al final de cuentas, de poco importa cuando la temporada está a punto de terminar y depende de otros para tener posibilidades en la liga.