El Celtic no es ni será un rival de la envergadura como para poner un termómetro en la boca a este Barca, que transita por aguas de incertidumbre en el que la identidad de su juego y de su estilo se puso en duda a raíz de dos derrotas consecutivas, pero tampoco queda por fuera que anotar 10 goles en dos encuentros sirva de muy poco como para calmar esas aguas y la exactitud del puñal que se incrusta en la llaga en cada vez que el equipo parece no querer carburar en la forma que se acostumbraba en las viejas y doradas épocas.
Con permiso del Celtic, que poco y nada ofreció, o más bien, poco soportó del vendaval llamado Neymar, y de este Barca, que ofreció nuevamente la imagen de un equipo aceitado y llamado a dar la nota en todo lo que disputa, se puede imaginar poco su servidor, qué pasaría si a estas alturas de la temporada se enfrentara un rival de mucho más peso y con diferencias técnicas individuales y colectivas superlativas, pudiera anticiparme pero siento ansias de ver de lo qué está hecho este equipo para Champions y para todo lo que viene en la segunda parte de la temporada, la más difícil.
Digo con permiso del Celtic, porque cierto es que no mostró nada, pero también es cierto que el Barca ofreció mejor juego, mucho más preocupado en gustar y en presionar, ese ingrediente que tanto enamoró en épocas pasadas y que a gusto del rival y acomodación del titular de turno, se pierden las ganas de correr para robar el balón, ese instrumento que decía Cruyff era el arma perfecta para defenderte.
Se puede ganar, -como ante el Celtic- y se puede perder -como ante el Ajax- pero lo que no se puede dejar pasar es que la actitud falle, que no se intente, que se deje de correr, que no se presione, que no se juegue con el alma en la mano, esos elementos son vitales para este Barca, y si, tal vez estamos mal acostumbrados a ver al equipo despedazarse en la cancha por conseguir la posesión del balón, pero entre más corres y más luchas, muchas más posibilidades hay que termines con la victoria en los bolsillos.
Llámenme Guardiolista, Cruyffista o lo que sea, pero lo único que no le perdono a estos jugadores, es que no le pongan ganas cuando ese es el punto de partida para comenzar a ganar. Podremos perder, como ya sucedió en dos encuentros consecutivos, pero si no hay corazón para luchar, mucho menos habrá deseo para ganar.
Con esa actitud estoy seguro que los buenos tiempos seguirán.