“¿A qué jugamos?” nos hemos preguntado muchas veces cuando la Selecta no ha obtenido el resultado que deseamos. Sensaciones de tristeza e impotencia se han adueñado de nuestra razón con la sóla idea de haber empatado o de haber perdido, cuando la victoria no pudo ser.
De qué ha servido? qué hemos ganado con apoyar a nuestra Selecta, en “las buenas y en las malas” como siempre nos hemos dicho y hemos creído con fe ciega en un puñado de jugadores que nos representan y que han luchado por entregarnos un boleto a un Mundial desde hace más de 30 años.
Patrañas! Todo es una sarta de mentiras. La suspensión de 22 jugadores -entre jugadores activos y uno ya retirado- demuestra que mientras nosotros hemos invertido en comprar camisetas y equipaciones oficiales de nuestra Selecta, hemos pagado boletos sobrevalorados para apoyarlos en el estadio, y a esto le sumamos los gastos de alimentación, transporte y todo lo que implica asistir al estadio a sufrir y otras veces hasta llorar, ha sido en vano.
Existe un principio jurídico que dice que “la presunción de inocencia se mantiene hasta que se pruebe lo contrario”. En mi opinión muy personal, tan sólo el hecho que estos 22 personajes señalados hayan aceptado reunirse con los amañadores dan una clarísima pauta de sus intenciones, que ahora nieguen haber recibido dinero es una alegación que les corresponderá a ellos probar, pero apelando a otro principio jurídico “el que calla u omite, al igual que quien actúa, también es sancionado”, que no hayan hablado o hayan omitido decir lo que sabían estaba sucediendo, los hace igual de culpables que aquellos que aceptaron un manojo de billetes por vender nuestro orgullo, nuestra Selección.
Corresponderá a la Fesfut y a las investigaciones que sigan su curso, determinar la implicación de todos o de un grupo de jugadores en los amaños en forma directa o indirecta, pero lo que no queda duda es que han jugado con la afición, han violado ese acuerdo no escrito que dice que “la afición Salvadoreña apoya, en las buenas y en las malas a la Selecta”, que ahora vestiremos la camiseta de la Selección Nacional con cierta desconfianza, y no por lo que representa, si no por aquellos que un buen día decidieron venderse a costa de la profesión que les ofrece un trabajo digno y un alimento diario.
Qué vergüenza, de verdad. Nuestro fútbol ha tocado fondo y no por lo estrictamente deportivo, si no por razones extracancha, por la suciedad y la podredumbre en que estamos empantanados. Nos han apuñalado por la espalda, mientras nosotros apoyamos y nos desvivimos por ellos, poco les importó, ganar o perder no era su motivación… Siempre tuvimos al enemigo en casa.