Integrante destacado de la generación de oro portuguesa y, más aún, considerado como uno de los grandes futbolistas lusos de la historia, Luis Figo anuncia su adiós. Dos partidos le quedan al Inter para cerrar el curso y tras ellos el hombre que traspasó la barrera de la integridad para jugar en el Real Madrid dejará el fútbol profesional.
Lo anunció hace pocos días en Portugal afirmando que sólo cambiaría de idea en caso de recibir una propuesta fuera de Europa y el martes, en Italia, se dio por hecha su continuidad en el Inter, ya fuera como una suerte de embajador internacional o como integrante del cuerpo técnico de José Mourinho.
Arrivederci. Figo y final, la historia le juzgará en distintos términos. Intachable como futbolista, entregado, brillante y eficaz, el portugués ya llegó al Barça, en 1995, envuelto en una polémica duplicidad de contratos con Parma y Juventus. José Veiga, su mánager y presunto amigo, firmó en su nombre con los dos clubs italianos y la federación transalpina le prohibió jugar en ningún club del país durante dos años. De ahí al Barça, el acuerdo con el Sporting de Lisboa fue rápido.
Apadrinado por Johan Cruyff, Figo no tardó en convertirse en un ídolo para el barcelonismo y, precisamente por ello, su marcha, a traición, en el verano de 2000 al Real Madrid se recibió como una puñalada en el Camp Nou. La historia, bien conocida, no quiso, sin embargo, otorgarle el peso específico que mereció en todo aquello el inefable José Veiga, quien utilizando sus poderes como asesor del jugador se embolsó una comisión multimillonaria y le dejó al pie de los caballos cuando Florentino Pérez ganó aquellas elecciones.
Convertido a regañadientes al madridismo, Figo abdicó por deseo propio de su condición barcelonista hasta que cinco años después se fue del Bernabéu por la puerta de atrás y desembarcó, con la baja en el bolsillo y en su primer trasvase libre de sospecha, en el Inter.
Ahora, repleto de títulos y considerado uno de los grandes, Luis Figo dice adiós. Se le recordará, sin duda, por la brillantez de su fútbol pero nadie podrá olvidar la facilidad que tuvo para cambiar de camiseta, por encima de sentimentalismos y aparcando cualquier integridad.