TEHABLODEFUTBOL.COM/ Parecía una utopía hermosa que el Leicester fuese campeón de la Premier League, pero el bendito fútbol tiene siempre guardado un momento especial para que los sueños den paso a la realidad.
Después de jugar en 2ª división hace un año, el Leicester, virtual candidato al descenso, tuvo un retorno histórico después de ocupar el último sitio de la tabla al finalizar el año anterior, y desde ese momento, la remontada de puntos lo catapultó hasta posicionarse en la primera ubicación y no soltarse más de ese sueño que poco a poco comenzó a tomar vida.
Claudio Rainieri, bautizado como “un gran perdedor” por no haber conseguido mayores logros en los equipos que dirigió: Valencia, Inter, Roma, Chelsea, Grecia, tomó para sí, un puñado de jugadores, con la idea de mantener la categoría, pero para frescura de este monopolista y adinerado fútbol moderno, el Leicester ha dejado para sí y para todos, una lección de valores y principios en los que pesan mucho más las ganas, el deseo y el trabajo que día con día aumentan la capacidad para lograr los triunfos más grandes que se puedan imaginar.
Este puñado de hombres, algunos menos profesionales que otros, y que venían de jugar incluso desde una séptima categoría, hoy son dueños de Inglaterra, campeones de la Premier, pasando por encima de los millonarios tradicionales de siempre, los que año con año luchan por un título. Los Chelsea, Manchester United y City, Arsenal, Liverpool, ven ahora como su dinero sirve de poco y nada para ganar títulos, y es que el dinero no los compra, pero si ayuda a edificar proyectos para ganarlos, pero la irregularidad y la sorprendente fe del Leicester trajo consigo una notoria remembranza que cuando se cree en algo, el trabajo diario es el alimento obligatorio para conseguir la victoria.
No me imagino la felicidad de aquellos seguidores de sangre azul, la transición de un sueño convertirse en realidad, la ilusión de la victoria tocada con las manos, lo irreal de saberse campeón cuando nadie daba nada más que el destino al fracaso de regresar a la segunda división, pero Rainieri, Vardy y compañía se encargaron de tapar bocas y de demostrarle al mundo que nada en esta vida es imposible y que es una refrescante e histórica victoria para aquellos que amamos este deporte y deseamos que la monotonía de los grandes de paso a los menos favorecidos para cambiar un poco la cronología del deporte más bello del mundo.
El Leicester es un justo y merecido campeón, de eso no se debe tener la menor duda.