TEHABLODEFUTBOL.COM La selección salvadoreña mereció un poco más en el encuentro ante Honduras. Castigado por los horrorosos errores de Derby Carrillo, los muchachos se dejaron la piel en la cancha por salvar el resultado, ese mismo que tuvo entre los dedos gracias a que se enfrentó a, quizás, la peor selección hondureña que recordamos.
Muy poco queda cuando son momentos los que le quedan a un equipo de figuras más que equipo, para intentar cambiar el rumbo del barco. Llegadas esporádicas y defender, atacar cuando se podía y mostrar en los metros finales que la selecta va adelante y propone, pero que carece de esa base conceptual y formativa que tanto daño hace a todos los jugadores que integran los equipos en primera división y de ahí dan el salto a la azul.
Ante Honduras se vivió un rocanrollesco vaivén de emociones entre idas y venidas, tanto por atacar como por defender, y en los descansos sufrir e insultar al arquero salvadoreño, por tirar a la basura lo poco bueno que aún quedaba, si es que lo había.
La necesidad de reforma es latente, pero quizá el empate opaca mucho más ese sentimiento y alarga el sufrimiento para quienes pedimos a gritos que detengan este masoquismo crónico en el que nos hemos metido. La selección debería ser motivo de alegrías, no de sufrimiento, y si se sufre, que sea porque al menos se gana.
Queda aún la visita a Honduras, allá habrá sentencia, matar o morir, como los mismos hondureños han vendido, no hay mañana, no hay más, de esa visita depende sepultar de una vez las esperanzas de aquellos que venden al Primi como el mesías de nuestras clasificación y a estos jugadores como los superestrellas de la liga nacional y de las segundas o terceras divisiones de las ligas en las que militan, pero que siguen padeciendo del mismo problema generacional, la falta de formación desde cero, que se acentúan cuando se trata de defender la camiseta nacional, no hay más por donde verlo.
