El fútbol salvadoreño, rampante en mediocridad por donde se le vea, ha sumado un nuevo capítulo en su nefasto manejo, donde dirigentes, entrenadores y jugadores, siguen sumando clavos a un ataúd cada vez más amplio donde se entierran las ilusiones de los soñadores como nosotros por ver un mejor y más desarrollado fútbol local.
Lo sucedido en Chalatenango entre el expresidente Francisco Peraza y el técnico Rubén Alonso, es apenas una pequeña muestra del enorme iceberg que se esconde bajo las aguas de este mal llamado “fútbol profesional”.
Da lo mismo donde sea, los dirigentes manejan a su antojo a los equipos y poco les importa un proyecto a largo plazo, pero esto es lo de menos, y quizá lo que poco importa resaltar. La discusión entre el expresidente y el técnico, se robó las cámaras y las páginas de los periódicos que, fieles a su línea editorial, magnificaron un bochornoso desencuentro al final de un partido de fútbol, si, en un terreno de fútbol donde lo que el aficionado busca es divertirse, olvidarse de los problemas, y no vivir una lucha en un cuadrilátero, donde unos se dicen corruptos y se toman por el cuello con plenas intenciones de terminar a golpes lo que se supone debería ser un deporte sin violencia.
Esto, es tan solo una pequeña dosis de la mediocridad que impera en nuestro país en el fútbol y quizá en todas las ramas del deporte, algunos pelean porque no tienen condiciones para entrenar, otros porque los fondos nunca llegan, y están los que siempre, tendrán que tolerar a dirigentes que desconocen el medio y que se terminan dando golpes al final de un partido de fútbol.
¿Qué le decís a los niños que van a ver este deporte? Quizá la misma letanía machista: “Que el fútbol es para hombres”, pero ser hombres no significa terminar un partido a golpes, hay otras cosas que valorar, el ideal heroico, la amistad que debe crecer al pitar el final, la camaradería… la ropa sucia se lava en casa, y lo que menos necesita nuestro maltrecho fútbol es más violencia, pero eso, sigue reinando, dentro y fuera de un estadio, esas cosas, parece ser, en lugar de mejorar, empeoran en cada vez.