La ausencia de Messi es notoria, lo decía Busquets en la previa de Champions, donde señalaba “que la falta de Messi se nota”.
Y sí, al tenor de sus palabras, la ausencia de Messi pesa como losa y deja un agujero que difícilmente puede taparse, por empuje y fútbol, por ganas y por magia, el argentino es sin lugar a dudas, un bloque y un pilar de la estructura del Barcelona que sigue saliendo a flote a expensas de las individualidades y a los goles.
Neymar se vistió de héroe, aunque muy discreto en el inicio, se destapó con un poker de goles ante un Rayo atrevido y sin miedo, que salió con el cuchillo entre los dientes a proponer y buscar la mejor de las suertes, esa que sin dudas, les sonrió cuando al cuarto de hora ya se encontraba arriba en el marcador. El Barça, demasiado espeso, menos revolucionado y con dudas en defensa, por enésima vez, situación que la visita intentaba aprovechar.
Que la defensa es un coladero y que la seguridad es lo que menos existe quedó en entredicho en este encuentro. Neymar tuvo que fabricarse dos penales para remontar el marcador, y si, digo fabricar, porque de sus botas salieron las dos jugadas que en base a regates hizo un nudo en los pies de sus defensores, propiciando así, las dos penas máximas a favor de sus intereses. Los cobró el brasileño y dio vuelta a un resultado tan inesperado como quizá, injusto. Con muy poco el Barça le daba la vuelta.
La segunda parte fue una historia increíble. Las ganas del Rayo, que llegó con mayor premura y anticipación, le pudo la efectividad azulgrana, dos tantos más de Neymar doblegaron a los visitantes que habían generado más, habían golpeado más a puerta y si salieron con una goleada, que cerró con el quinto gol Luis Suárez, fue simplemente por esas cosas que tiene el fútbol en donde pesa más la efectividad y los goles marcados que el merecimiento.
El Rayo tuvo las suyas, pero se topó con Bravo, que salvó las que pudo, pero también recibió dos tantos para honra del marcador.
Al final, una goleada 5-2, la figura Neymar, la defensa que hace aguas y la ausencia de Messi, que sigue dejando un enorme hueco.
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