Con Messi en la banca producto del largo viaje y partidos con su selección, más el nacimiento de su segundo hijo, el Barça transitó caminos conocidos ante el Atlético de Madrid. Equipos que se le cierran atrás y que buscan hacer daño en la contra y ante quienes les cuesta de sobremanera traducir su dominio en goles.
Dominio que los de Lucho consiguieron y tuvieron durante gran parte del encuentro. La primera mitad fue un querer y no poder. Como habitualmente sucede, el Barcelona se adueñó de la posesión e hizo recular dos o tres pasos atrás al Atlético, casi en las narices de Oblak, salvador en unas y espectador en otras, a quien también los palos le ayudaron a mantener por 55 minutos su marco sin goles.
Un palo de Suárez y una de Neymar que falló en la definición fueron la muestra del dominio abrumador del cuadro catalán, a quienes, Simeone aún sigue sin poder encontrarles la llave para vencerle, sobre todo si Messi o Neymar andan con las luces puestas y enchufados y se encargan de sacar la magia para definir los partidos.
Al Atlético, tampoco es que le fuera del todo mal. Encontró un gol, cuando más apretaba el Barça. Balón al espacio, entre una defensa mal posicionada y en carrera entró Torres -el talismán- para batir a Ter Stegen y poner a ganar al Atlético contra todo pronóstico. Menos lógico y más surrealista.
El Atlético había tenido poco, demasiado poco, y lo suyo era más poner el músculo y meter la pierna, siendo Neymar el cliente frecuente de la dureza de los colchoneros, a quien, todos recuerdan por sus regates en sus últimas visitas al Calderón, y que, además, se ganó la rechifla de los asistentes.
El brasileño tuvo su revancha. Cambió tiro libre por gol. Qué digo gol, golazo! Su zapatazo, medido y calculado se colgó por el ángulo derecho de Oblak, que no pudo llegar ni sacando las alas. El empate, meritorio, hacía justicia por lo hecho por uno y por otro hasta ese momento. Neymar se sacudió de sobremanera la rabia por ser apaleado por los defensas y abucheado por la afición. Las individualidades hacían lo suyo.
Entraría Messi. Un cambio que terminó de reafirmar el dominio azulgrana. La posesión se tornó mayor, y el peligro arreció. Era cuestión de tiempo para que Lío se sacara la magia propia y dedicara su gol a su segundo hijo. Tras una pared con Suárez al 78′, Messi entró encarrerado por la banda izquierda y dentro del área para vencer a Oblak con un sutil toque de balón en forma de vaselina para guardar el balón en el fondo de la red. Era el 1-2 y el Barça sonreía.
Sacaron una victoria trabajada y luchada, como siempre sucede en el Calderón, los colchoneros hicieron gala de la dureza como arma, pero no fue suficiente para vencer a las individualidades que definieron lo que al colectivo le faltaba.
Entre Neymar y Messi dieron la victoria al Barcelona, que ahora descansa como líder pensando en el encuentro de Champions entre semana.
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