Paraguay se presentaba en esta Copa, con la condición de ser menos favorito que Argentina, pero con la intención clara de meterse en la final, para prueba, nada mejor que haber sorteado la fase de grupos y los cuartos de final a base de músculo, lucha y entrega.
Si la albirroja quería meterse en la gran final, debía sortear a Argentina, más vertical que constructora, con menos balón pero con el potencial en ofensiva suficiente para ser considerado como un aspirante igual o si se quiere medio escaño menos que el local Chile.
Hasta hoy, a los de Martino les había sido difícil marcar goles, mucha llegada y poca concreción, pero en esta semifinal, simplemente se le aparecieron los dioses en el camino, en cambio a Paraguay, todo lo contrario, se le cruzaron frente a sí, sus peores pesadillas.
La goleada dice mucho y poco a la vez del guión del encuentro. A Argentina le cuesta, y más aún cuando sus rivales se cierran atrás y buscan sorprender a la contra y en base al error rival. Pero para eso estaba Messi, que firmó uno de sus mejores encuentro, participó en los seis goles de su selección aunque no marcó ninguno, pero vamos, que la albiceleste sin el diez es un equipo más, con él en la cancha y con todas las luces puestas fue un tren sorteando obstáculos y su selección se lo agradeció.
Pocas veces se puede considerar al mejor del encuentro a un jugador que no marca goles, pero así es Messi, no necesita brillar en el marcador para ser el mejor, esto ya lo tiene por naturaleza, y Argentina logró pasar un durísimo obstáculo que terminó por doblegarse ante la efectividad y superioridad de los albicelestes.
No hubo sorpresa, como en el 2-2 de la fase de grupos, pero si fiesta, Argentina, y ahora, se prepara para una final inédita ante los chilenos.
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