Seamos claros, quienes hemos jugado en una cancha de fútbol, en algún momento hemos estallado, con insultos o agresiones, y aunque eso finalmente, no justifica en lo absoluto querer desquitarse de la cosida a patadas que pudieran haberte dado durante el partido, como seres humanos vivimos pisando la delgada línea que separa la razón del instinto, cuando practicamos este deporte.
La sanción a Neymar, a opinión particular me parece injusta, por lo grosera y desproporcionada, y aunque no intento con estas líneas justificar su reacción al finalizar el encuentro, si tiene, de alguna forma, argumentos válidos para reaccionar de esa forma, y al menos sacarse la frustración de ver cómo casi le cortan los tobillos y el árbitro hizo de la vista gorda.
Según un portal de noticias, el árbitro recogió en el acta que Neymar le dijo que “quería hacerse famoso a cuenta suya, hijo de…” y pues, viendo la antesala al final en los roces con Zúniga, pues no creo que esto deje de ser cierto, pues, el recadito que le dio al colombiano no era ni de menos un saludo del día del padre.
Ahora bien, durante los 90 minutos, y no sólo ante Colombia, Neymar es objeto de patadas y juego fuerte, precisamente los colombianos, tampoco le pusieron algodones a sus patadas para minimizar el efecto, pero que al menos, Zúniga, la sombra del brasileño en este encuentro, se dio un festín de juego brusco, lo recogen las cámaras y no hay repetición que desmienta lo que digo. Quizá, lo grave de todo esto es, como le dije a un amigo, que el nombre Neymar, pesa mucho más que el de Bacca, a quien su sanción no supera los dos encuentros y en teoría verá acción en la Copa si su selección consigue clasificar dos rondas más.
Pero, fuera subjetividad, -como mi amigo me dijo- el punto es que, en este y muchos otros encuentros, la línea que separa lo ilegal de lo legal en un reglamento, es por momentos, demasiado delgada, y el criterio arbitral también es objeto de interpretación y no una valoración integral de la norma. El juego cuerpo a cuerpo, muchas veces es empleado como medio de “amansar” al rival, las patadas iniciales, los agarrones, insultos, todo, esto, de alguna forma es permitido, siempre y cuando la violencia no sea interpretada como tal, pero que permite cortar el juego y sobre todo desesperar al rival. Neymar es objeto día sí y día también de este tipo de juego, quizás provocado por él mismo, por su forma de jugar, por su regate y por su deseoso jugueteo con el balón cuando encara a los rivales. Yo he sido defensor y créanme, que este tipo de cosas no hace más que encender las ganas de parar a patadas a un jugador así, pero en el fondo, sabemos que estamos condicionados a recibir una amarilla o en el peor de los casos, una roja.
Pero volviendo al hecho, el fútbol da para todo este tipo de cosas y en teoría, quién debería aplicar la ley en igualdad es el árbitro y si ésto conlleva una sanción decidida por un Comité, en base a lo que éste recoja en un acta, la Conmebol, en este caso se pasó de lista y no fue equitativa con Neymar y Bacca, siendo éste último, un agresor visto en las cámaras por todo el mundo por el empujón final y cobarde por la espalda. Pero en fin, decisiones con las que poco y nada se puede hacer.
Quizá con todo esto que he plasmado aquí, intento de alguna forma brindar una mirada coherente, basada en circunstancias, argumentos y hechos que pudieron haber servido para una reacción así, para uno y para otro, pero que, como dije al principio no justifican de ninguna manera lo actuado. Es más, una sanción precedida de un acto violento es lo correcto acorde a derecho, pero en este caso, de alguna forma, se deben valorar los precedentes a la reacción.
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