El Barcelona echó por tierra las teorías conspiratorias y las premoniciones que anunciaron el principio del fin, cuando allá por diciembre, todo parecía descomponerse -como anunció cierto medio deportivo-, asegurando que el imperio azulgrana tocaría fondo más temprano que tarde, y en el que para muchos otros, tantos gallos encerrados en una misma jaula terminarían por no cantar.
La lucha de egos también hacía de la suyas, entre Messi, Neymar y Suárez, era un pleito de grandezas por disputarse la titularidad, los goles y por decidir quién sería el encargado de festejar y quién estaría a un costado como simple espectador. También anunciaron que Luis Enrique y Messi se encararon en el tiempo porque uno y el otro no se ponían de acuerdo sobre a qué y con quién jugar, y es que el pequeño dictador, tenía tanto poder que hasta pidió la cabeza de su técnico para continuar enfundándose la camiseta azulgrana. Puyol, al ver esto, también se fue del Barça, consciente que el barzo azulgrana hacía aguas por todos lados y era cuestión de tiempo ser testigos de su hundimiento, sobre todo, cuando Zubizarreta salió por la puerta de atrás, dejando tras de si, un proyecto malogrado y con el mínimo de confianza, incluso, de gran parte de su misma afición.
La derrota en Anoeta, marcó un antes y un después, el equipo se conjuró y emprendió el camino hacia la redención. Luis Enrique comenzó a recuperar el crédito, el equipo ganó y se mantuvo arriba, aún, cuando la estabilidad institucional se venía al traste gracias a la nefasta dirección del club, pero todo ello, no hizo mella en los jugadores, el vestuario se puso un chaleco antibalas en donde sólo era importante ganar y ganar.
Nos vendieron que el Madrid jugaba como los dioses y que era el génesis del fútbol, la evolución mejorada y moderna del rebaño y legado que forjó Pep. Pero Lucho y Luisito se encargaron de desbaratar las idiotas ideas evangelistas de los santos escritores madridistas que pujaban a diestra y siniestra para encumbrar a un equipo vulgar como el dirigido por Ancelotti, que paso a paso y poco a poco, fue poniendo las cosas en su sitio, quedando eliminado y fuera de competencia . El fútbol te pone donde perteneces.
Así las cosas, Messi, Neymar y Suárez hicieron la conjunción, el tridente progresó y se erigió como la mejor ofensiva en Europa. En Champions, se deshicieron de los campeones de Inglaterra, Francia y Alemán. Así, el Manchester City, el Paris Saint-Germain y el mismísimo Bayern dirigido por Pep, probaron el sabor amargo de la derrota a manos de los de Luis Enrique. Esta vez, era o ganar o ganar.
Llegó la liga, la primer hoja del trébol, las sensaciones eran ventajistas, pero a su vez bañadas de una realidad pura y posible, las probabilidades de conseguir un segundo triplete eran las mismas que perderla. Hasta este punto apenas se había dado un paso al frente.
La Copa se alzó por los cielos del Camp Nou, el Rey de Copas estaba -ahora sí- con la enorme chance de volver a repetir los tres títulos que se ganaron en 2009 y entrar en los libros de historia como el único capaz de conseguirlo en dos ocasiones.
La Juventus, rival incómodo aguardaba por la misma hazaña. Campeón de Liga y de Copa, tenía igual número de posibilidades que el Barça. Hacerlo bien era el único camino, y la victoria sería para quien menores errores cometiera y quien más eficaz fuera a la hora de marcar los goles.
Berlín fue el escenario de una batalla entre dos rivales que se dedicaron a jugar, y donde, en la primera parte lo mereció ganar el Barça, pero que en la segunda puso a sudar helado a los azulgranas.
Sin sufrimiento no vale la victoria. Era el último encuentro de Xavi con el club de sus amores. Mejor escenario imposible. El de Terrasa se vistió de corto y entró en el momento donde la tormenta arreciaba. Messi alargó para Neymar, éste enfiló en la contra y encontró a Pedro, quien con un regate se sacó a dos defensores de encima y puso un balón de oro para el brasileño, quien con sed de venganza por el gol anulado -injustamente- infló las redes con un izquierdazo que encumbró al Barcelona al olimpo del fútbol al conseguir la quinta copa europea de clubes y el segundo triplete.
Así, el Barça venció y calló a los anunciadores del apocalipsis, esos que decían que el fracaso era el destino de Luis Enrique y los suyos, pero que los jugadores se encargaron de seguir escribiendo su historia, esa misma que dice que están a las puertas de repetir algo inigualable por ningún otro equipo: ganar los 6 títulos en un año.