El mundo del fútbol se tambalea. Escándalos de corrupción y de manoseo de influencias y de dinero a raíz de favores y de beneficios para unos y para otros, es sinónimo de tristeza y vergüenza para quienes amamos a este deporte, de por sí, señalado por las irregularidades que hasta no hace poco, muchos se habían encargado de anunciar. Maradona, Figo, el primero enemigo público número uno y persona non-grata de la FIFA, lo ha venido haciendo desde hace muchos años; mientras, el portugués renunció a su candidatura a la presidencia debido al mismo tema y a la sospecha que no serían unas elecciones limpias y transparentes como lo quiere hacer ver y creer Joseph Blatter.
Que el suizo no sea mencionado en ningún informe y tampoco esté bajo sospecha directa de parte de la justicia norteamericana, precursores del FIFA GATE, no significa que tampoco pueda no tener suciedad bajo la alfombra. Quizá de todo, lo curioso es que el mandamás de la FIFA renuncia a saber que algo se gestaba a sus espaldas. “No puedo controlarlos a todos”, decía en la inauguración del Congreso que se celebra en su país natal. Pero esta justificación se escapa a la grandeza y a la enorme sombra que cubre hasta el último rincón del planeta del fútbol, incluso para el organismo con más poder dentro de este mundillo del hermoso deporte.
Resulta imposible e increíble, que tal justificación pueda saber a mucho para excluirse de responsabilidad y donde a su vez, implora a “restaurar la confianza”, en momentos donde la opinión pública terminó de desbaratar la poca confianza, si es que en algún momento la hubo.
Los señalamientos y acusaciones vienen en un momento en donde se celebrarán comicios para decidir el futuro presidente, y en el que, para muchos, será Blatter el elegido para una continuidad que viene desde 1998, cuando el dirigente tomó las riendas de la FIFA, ahora, el momento que se vive, es clave y será muy trascendental la decisión sobre la que gire la elección.
No me queda muy claro que el presidente del organismo desconozca lo que se hacía a sus espaldas, es imposible que en una empresa el jefe, el dueño o el máximo dirigente no pueda saber que los suyos se mueven a sus anchas sin rendirle cuentas de lo actuado o de lo omitido, salvo que seas un simple espectador y te importe muy poco lo que se haga, entonces, la excusa podría tener validez.
Probablemente, la elección siga su camino y el dirigente electo siga siendo el suizo, pero aún creo que este asunto tiene un enorme basurero escondido detrás de la puerta y es justo el momento en el que todo debería tener un punto de inflexión y cambiar para mejor. “Por el juego, por el mundo”, como dice su lema.