Sufrida pero merecida. Así puede calificarse la clasificación de Santa Tecla a la gran final del Clausura, la primera de su historia en primera división, y lo hizo con honores, ganando donde tenía que ganar, y en el campo donde la historia decía que nunca había ganado en la liga de oro.
Para Santa Tecla fue un ir y buscar el resultado y luego aguantar y esperar que dejara de arreciar la tormenta.
Fue mucho mejor el conjunto tecleño que su adversario de Opico, y eso, que el estadio estaba abarrotado, no cabía ni un alma, era un ambiente de fiesta en el que ni el sofocante calor impedía que se celebrara desde la previa la posible y factible clasificación a la final de los de casa.
“El momento es hoy”, “esta no se nos va”, se escuchaba entre la afición, quizá recordando el pasado reciente donde se quedaron a las puertas de una final en tres ocasiones.
El encuentro no decepcionó, al igual que la ida, aunque fue el cuadro visitante quien tuvieron mucha más calma para esperar su momento, pero con mucha más intensidad y concentración para hacer su juego. A pesar de la consigna de tener que ganar, cuya obligación presagiaba un encuentro abierto con llegadas de uno y otro lado, y por supuesto goles.
El Juventud salió de inicio a buscar hacer daño, pero quien golpeó primero fue Santa Tecla. Ricardo Ferreira anotó el primero de la tarde y ponía las cosas complicadas para los de casa, pero era el marcador soñado por la visita, ya que la victoria era el único camino hacia la final.
El encuentro se abrió, y era un ir y venir, aunque el local por momentos trastabillaba en sus intentos, era un querer y no poder, su mediocampo se perdía entre el mar de piernas y el muro que impuso el visitante, mucho más ordenado y claro en lo que quería.
El cuadro arqueológico naufragaba una y otra vez y en ocasiones perdía el balón con demasiada facilidad, se le notaba el nerviosismo y la necesidad de ser efectivo con el cuero en sus pies. Santa Tecla en cambio, estaba relajado y con un ritmo más elevado que los dueños de casa.
Pegó por segunda vez el Tecla. Herrera anotaba el 0-2. La afición enmudeció y la desesperación en los jugadores del Juventud era notoria.
Pero, tendría recompensa. Expulsión de Rodrigo De Britto por doble amonestación y en esa misma jugada Rodrigo Rivera anotaría el descuento. Un 1-2 que le ponía vida al encuentro.
Tras la reanudación, lo que se esperaba. Juventud salió a comerse vivo a Santa Tecla, que reculó todas sus líneas y se quedó esperanzado a un desliz, a un error, a la necesidad de definir de contragolpe, no había otro camino. El local empujó una y otra vez, quizá sólo era cuestión de tiempo para que llegara el empate. Pero este, poco a poco se fue agotando y el empate no llegaba.
El Juventud era un diluvio de ocasiones. El balón llegaba en incontables ocasiones a las manos de Carrillo, centros por izquierda y por derecha, las bandas eran las únicas vías por las cuales el local hacía daño, el centro era un fortín, un cerrojo que le costaba una vida poder abrirlo. Estuvo cerca Juventud, pero tanto era el empuje que en un balón a la espalda de los defensas, apareció Mayén para calmar las aguas y asegurar el boleto. La definición con calma y precisa para anotar el tercero de los visitantes, sepultó completamente al cuadro arqueológico, que, quedaba fuera de una final por cuarta ocasión.
Juventud, no pudo, y eso que le bastaba el empate. Santa Tecla en cambio, hizo la hombrada ganó donde no había ganado nunca y así, llega a la final, esa, donde Metapán ya le espera.