Ni el regreso de los habituales titulares y ausentes en la ida fueron suficientes para que el París Saint-Germain tuviera claras y serias opciones de remontar el 1-3 de la ida en Parc des Princes. El regreso de Zlatan a la titular infundía, más que temor, un sobreaviso para la zaga de Luis Enrique, que debían aplicarse más a fondo por la peligrosidad que el espigado delantero podía ocasionar. Pero ni el equipo francés hizo en ningún momento peligrar el marcador logrado en la ida, ni mucho menos Zlatan inquietar al Barça, salvo un gol suyo anulado por fuera de juego.
Luis Enrique, mientras tanto, a lo suyo, a sabiendas que el resultado de la ida no garantizaba nada, mandó a sus pupilos a presionar, líneas arriba presionando la salida, la recuperación fue simplemente brutal y la fluidez del juego excepcional. Si a Iniesta se le extrañaba en el sector del campo donde marca diferencias, esta vez se dio un festín, de sus botas nació el primer tanto de Neymar, tras un jugadón en el que se quitó a tres rivales de encima, cedió el balón al brasileño para que con un regate a la salida del arquero batiera a marco vacío para el 4-1 global.
Si el PSG lo tenía complicado, ahora el encuentro se ponía en vertical, El Barça hacía lo que mejor hace, presionar, recuperar y manejar. Hasta ahí, planteado el guión, los de Blanc no le encontraron la vuelta, dormidos, espesos y hasta sosos, sin juego de conjunto y siendo superados línea por línea por los de casa. El monólogo azulgrana despistó a su rival y revivió los cercanos días de gloria, la posesión y el control, el ritmo y el compás de los tiempos marcados a su antojo, al ir y venir sin peligrar y morder y recuperar y atacar. Luis Enrique lo leyó magistralmente y sus músicos tocaron la segunda parte de la sinfonía que comenzó a escribirse en París.
Para más inri del PSG, Alves tuvo tiempo para el café y la foto antes de poner un balón de oro con pierna cambiada a la cresta de Neymar, quien con un cabezazo hacia abajo anotaba el segundo de su noche. El Barça se entregó a su afición y a su juego y los franceses se entregaron a la derrota, esa misma que comenzó a escribirse en el encuentro de ida.
Una semifinal más y un paso menos, hasta aquí, donde empieza lo realmente difícil y en donde el Barça espera a su rival.