Momentos difíciles los que transcurrieron en estas últimas cuatro jornadas para Águila, derrotas consecutivas, sensaciones de impotencia y la posibilidad que el cuerpo técnico diera un paso al costado en caso de producirse un nuevo descalabro.
La directiva salió a tiempo a ratificar a Dely Valdés, y es que, la confianza, en estos casos no sólo motiva, sino también refuerza para competir y de mejor manera.
Confianza, eso mismo que muchos aficionados teníamos en que los jugadores pudieran revertir la penosa situación. Y digo penosa porque por jugadores estos baches no deberían producirse. El cartel de nombres que Águila presenta podría ser la envidia y el deseo inconcluso de muchos de los equipos de la primera división. Quiérase o no.
En casa, con poca afición a su favor, pero con el deseo de hacer bien las cosas y salir del entramado en contra, Águila afrontaba un difícil duelo ante Pasaquina, -quizás para mucho sea presa fácil por su difícil condición del descenso, pero son estos los partidos que te hacen perder campeonatos, o en nuestro caso la posibilidad de clasificación- pero en el papel se debe decir que en río revuelto ganancia de pescadores, y el pescador Sarulyte y su equipo no sólo anticipaban un duelo durísimo, sino que, un encuentro abierto a muchas posibilidades entre ellas la de salir con un buen botín del Barraza.
Pero las cosas no fueron color de rosa para los burros, pues Águila supo machacar en los momentos justos y aprovechó más la presión que los mismos visitantes tenían gracias a la victoria de Atlético Marte, lo que generaba una tensión extra para Pasaquina, que sí o sí, debía al menos no perder para evitar el alejamiento con el cuadro bombardero.
Con estas condiciones, el premio fue finalmente para Águila, que logró una victoria por 3-0 con un doblete de Nicolás Muñoz, que de paso anotó el gol 1,000 para el cuadro emplumado, y uno más de Williams Reyes, dos delanteros que por fin rompieron la sequía de goles y además devolvieron la ilusión de clasificación en el nido aguilucho.