Barça y Madrid nos entregaron uno de los clásicos más abiertos y emocionantes de los últimos años, en el que ambos equipos contaron con innumerables opciones para matar a su rival en las primeras de cambio, eso sí, es incuestionable querer dirimir quién fue mejor o quién peor, pues, a expensas de los goles marcados, podría decirse que el equilibrio se mantuvo al margen para cada quién, y la superioridad entre uno y otro fue únicamente reflejado en el marcador final del encuentro.
Si en la previa el favorito era el Barça, el desarrollo del encuentro en la primera mitad bajó a más de uno al pozo, al barranco, al pantano. El Real Madrid sacudió los cimientos del azulgrana, mismos que solo Bravo y un imperial Piqué se encargaron de mantener en pie. Si, el conjunto blanco, ese mismo que señalamos de jugar al patapum y a correr hacia adelante, ahora intercambió papeles, jugó con el balón en sus pies y dejó al Barça esperanzado a una contra, a un chispazo de Messi, una cabalgada de Neymar o el cuchillo Suárez afilando entre la defensa. Los de Luis Enrique fueron una vez más, una especie de torpedo en ofensiva, más contra golpeador que monopólico con el cuero, y quiérase o no, pero una vez más, y en esas líneas, la vida le sonrió al Barça.
Mathieu, más cuestionado que admirado, hizo estallar al Camp Nou, un cabezazo suyo ponía a ganar a los de casa, para honra y júbilo de Zubizarreta. Su fichaje, uno de los más en suspenso, abría la lata y allanaba el camino a la victoria. Ni así, el Barça estuvo cómodo, el Madrid estaba más cerca de la vuelta que de acabar con más goles en contra. Cristiano emparejaría los cartones con un punterazo que se coló por el palo derecho y más lejano de Bravo. De ahí en más fue Madrid y mucho más, parecía que el merengue podía acabar de un zarpazo la contienda, y la tuvo, pero perdonó cuando el Barça se cuestionaba las formas y los medios para darle la vuelta.
Hasta entonces el Barça parecía perdido ante un Madrid vertiginoso y calculador. Pero faltaba la aparición de Suárez. Que el uruguayo atraviesa un estado de forma grandioso no se cuestiona y que además, requería pagar sus galones con un tanto decisivo y en un clásico, no podía pedirlo mejor. Una carrera suya terminó con un remate cruzado que dejó a vista de sentencia a un Madrid abierto, aquejumbrado por la réplica y apresurado en sus intentos. Un golpe que cayó como mazo en la frente, el Madrid se tambaleó y titubeó, mientras, el Barça le dio una cucharada de su propia medicina al conjunto blanco. Contra tras contra pudo aniquilar al conjunto blanco, tan solo Casillas mantuvo vivo a su equipo de ahí hasta el final. Sus salvadas fueron dignas de un museo, ni Neymar, ni Messi, ni Suárez pudieron romper el muro. Casillas bajó la cortina y esperó que sus delanteros hicieran lo suyo, pero su sacrificio no tuvo recompensa.
El Madrid bajó los brazos a instantes del final, quizá queriendo más el pitido final que no recibir más goles en su intento por empatar el encuentro y los de Luis Enrique se alejan así a 4 puntos del cuadro merengue, quizá una ventaja demasiado corta para pensar en el título, pero de momento, el clásico fue azulgrana.