Equipo complicado, estadio difícil. Y aunque el Deportivo ya no es el equipo incómodo que hasta no hace mucho era, Luis Enrique optó por no echar más leña al fuego y puso en el campo la alineación que derrotó al Atlético en copa, sin movimientos y con la certeza que la continuidad siempre es clave. Como dicen: “Equipo que gana no se toca”. Lo agradeció el equipo, que tuvieron un partido ciertamente cómodo sin pasar mayores apuros.
Messi viajó como una nube, pasajera y sacó la guantera para poner balones a la red, uno tras otro fueron cayendo, tres dianas en su haber, y mostrando mejores sensaciones, más rápido y veloz, más animado y mucho más libre de presiones. Sensaciones por igual, las que dejó el Barça, jugando a lo que saben y siendo superiores que su rival, que únicamente le aguantó 10 minutos y poco a poco fue cayendo K.O. en Riazor, escenario de épicas batallas entre estos dos rivales.
Hacía mucho que Messi no marcaba jugando como visitante, desde octubre para ser exactos, pero esta vez, su punto de mira anduvo afinado, cual punta de diamante, acertó golpe a golpe e hirió de muerte al Depor, que poco y nada pudo hacer para evitar la debacle, que pudo incluso maquillar con uno que otro gol, pero que no tuvo ni la suerte ni la efectividad de cara a marco rival. Llegó incluso más veces a pisar el área del Barcelona, pero estuvo a kilómetros de distancia de tener la misma asertividad a la hora de concretar las ocasiones creadas. Los jugadores del cuadro local fallaron y no pudieron siquiera marcar el de la honra.
Luis Enrique entendió que el encuentro moriría sin reproches y sin peligros, por ello, sentó a Iniesta, Busquets y Neymar, para comenzar desde entonces a preparar el encuentro de Copa ante el Atlético, un duelo que sin dudas, atañe mucha más peligrosidad y dificultad, sobre todo recordando que los del Cholo vienen intentando lavar la cara ante la última derrota sufrida ante el Barça por Liga.