La Roja convulsionada. Perder por vez primera ante Eslovaquia en su historia no solo hace saltar las alarmas sino que cuestiona el modelo deportivo de Del Bosque y los suyos, que no encuentran la luz ni el camino, tan sólo la sombra de la derrota y la sorpresa de haber perdido por un mero descuido en los instantes finales del encuentro.
Había avisado Del Bosque de lo peligroso de este encuentro, por ser visitante, por ser eliminatorio para la Eurocopa, porque enfrente tenía un equipo plantado para contragolpear, con la velocidad de Marek Hamsik, un demonio en velocidad o el mismo Weiss y Mak, que juntos cuando la armaron, pusieron nerviosa a una selección española que ha perdido la esencia, el carisma y también el respeto por su misma historia. Enfrentar al vigente campeón europeo te anima a ir por la victoria, sobre todo en un momento de incertidumbre futbolística como el que transita España.
Muy lejos quedó el gran esperado funcionamiento y conexión entre Cesc y Diego Costa, esa misma que han logrado establecer en el Chelsea, pero que llevado a la selección fue poco y nada, y es que desde el Mundial de Brasil, España perdió la magia y quizá también mucho de su fútbol. Renunció a las bandas y se dedicó a centralizar su juego, precisamente cuando el muro defensivo ya estaba impuesto. Así, los eslovacos no hicieron más que ralentizar el juego, renunciar al balón y esperar agazapados en la cueva esperando un error para herir de muerte a su presa. Y funcionó. La desesperación española por encontrar el empate, propició dejar espacios en defensa, precisamente el contragolpe, el arma ideal para los locales y no lo desaprovecharon. La defensa no cerró a tiempo y el gol local sepultaba las aspiraciones de los españoles que inconformes con el empate buscaban el de la victoria. Lo pagaron caro.
España no perdía en competición europea desde que lo hiciera ante Suecia, el 7 de octubre de 2006. Una derrota que destiñe un poco el color rojo español.