“Me sacaron el sueño de disputar una final de la Copa del Mundo, pero el sueño de ser campeón aún no acabó”, dijo Neymar en la página web de la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF), antes de ser trasladado en helicóptero de la Granja Comary de Teresópolis, donde concentra y entrena la Seleçao, hasta Rio de Janeiro.
Brasil dejó fuera a Colombia que se plantó en este Mundial con el jogo bonito, con la alegría del fútbol y con la eficacia de un campeón, pero que abdicó a sus intenciones gracias a la efectividad y al retorno de la magia a los jugadores brasileños. Si poco se había visto de espectacular en los dirigidos por Scolari, ante Colombia sacaron su traje de gala y lejos de cualquier atisbo de superioridad previa colombiana, el scratch dio un golpe de autoridad y dejó con los sueños rotos a los cafeteros.
La selección Brasileña hizo malos los pronósticos para Colombia, que llegaba al duelo como favorito, increíblemente por sobre los locales que con un juego mucho más vistoso, y con la visión táctica de Pekerman y el fútbol de su joven estrella James Rodríguez intentaron dar la campanada en el mismísimo sueño brasileño.
Brasil es Brasil, y lo será siempre, podrá jugar mal, ser más metódico, pero cuando el fútbol aparece en los botines de sus jugadores, no hay favoritismo que valga, dicho sea de paso, Scolari y los suyos sufrieron la clasificación tanto o más como también la inoportuna lesión de Neymar tras un rodillazo sin sentido de Zúñiga en el minuto 88, que lo margina del resto del Mundial y también lo mantendrá alejado de las canchas por al menos 6 semanas.
Ahora, le espera Alemania, en lo que será un duelazo en semifinales, donde no estará Neymar, tampoco Silva, pero la ausencia de dos de sus figuras no dejan muy claro que los teutones lo tendrán fácil para clasificar.