España llegó sin haber llegado, jugó sin haber estado, y se va a casa con la sensación de impotencia, de inseguridad y de haber sido vapuleado sin haber podido siquiera defender con el mínimo esfuerzo la estrella de campeón forjada en Sudáfrica en el Mundial del 2010.
Si Holanda le dio un repaso en el primer encuentro, Chile terminó la faena con una muestra de coraje, entrega y de sacrificio, con mejores ideas, con mayor presión y con la imagen de un equipo con hambre y sed de victorias, contrario a lo mostrado por España.
Muy poco del combinado español en este Mundial, que emula los pasos de la Francia campeona en el ’98 y fue eliminada en la primera fase en el 2002, o de la Italia que terminó también eliminada en Sudáfrica 2010, después de haber levantado la copa en el 2006.
Del Bosque dejó en el banquillo a Xavi y a Piqué, como señal que su actuación ante Holanda no gustó en demasía, pero dejó a Alonso y a Casillas en la cancha, dos que tampoco lo hicieron mejor ante los tulipanes. La verdad es que toda España, fue un chiste ante Holanda, y contra Chile, hicieron posible la crónica para una muerte que se venía anunciando desde que perdieran la final de la Confederaciones, precisamente en sueño brasileño, ante la selección local, con un contundente 3-0.
Señalamientos aparte, esta España fue un desastre, un muerto en vida, sin la presión que lo llevó a la cumbre, sin el juego que deslumbró en estos últimos seis años y que le dio el título de ser la mejor del mundo en ese período de tiempo. No sólo completó su segundo encuentro con derrotas, sino que dejó en el campo la imagen de un campeón en declive, sin rumbo, pero en el peor de los casos, sin fútbol.
España, cerrará su participación ante Australia, también eliminada, luego regresará a casa, para curarse de sus heridas, y esperar por el cambio que seguramente llegará.