Brasil se estrelló con un muro llamado Memo Ochoa, quien con sus estelares atajadas silenció a Brasil y a su torcida con base a espectaculares vuelos que acentuaron las dudas del scratch que no pudo pasar del empate y sufrió incluso, peligrosos embates mexicanos que pudieron haberle costado una derrota.
Brasil no pudo nunca imponer su condición de local, tampoco pudo hacer valer sus individualidades ante una escuadra mexicana que concentrados y con mucha intensidad, lograron hacerse con un empate después de haber puesto en serios aprietos a los locales.
Cierto es, que esta selección brasileña está muy lejos de igualar a la última generación que fue campeona en Corea-Japón en el 2002, las figuras cedieron sus puestos a una nueva camada de jugadores que poco y nada han demostrado en los últimos años, sino también en el actual Mundial.
A pesar de contar con una escuadra capaz y de renombre, David Luis, Thiago Silva, Oscar, Ramírez, Neymar, Alves, Marcelo, entre otros, el funcionamiento colectivo dista mucho de ser espectacular, pero sobre todo efectivo. El empate ante México sacó a luz las carencias de un puñado de jugadores que no termina de afinar su juego y que despierta más interrogantes que respuestas.
México a lo suyo. Sacó provecho de la descompensación y el nerviosismo brasileño al ver el marcador el empate y ver frustradas todas sus llegadas de gol al marco de Ochoa, que se ganó una y otra vez la candidatura para ser arquero titular de un equipo grande de Europa. Sabido es que los mexicanos llegan a ser protagonistas a los mundiales y no a pasar vacaciones.
Lo sufrieron los brasileños que terminaron frustrados y con la sensación de no haber cumplido con la tarea asignada. Un empate que motiva mucho más a México y pone bajo la lupa a Brasil, que aún no convence y tampoco está cumpliendo con las expectativas propias de ser la selección local.