Mundial de Italia ’90, tenía apenas 9 años de vida cuando vi por vez primera un Mundial de fútbol de principio a fin, pero quizá unos 2 años antes ya había visto muchos encuentros del Calcio Italiano, por lo tanto, creo ya sabía un poco de fútbol, ya no sólo lo practicaba día y tarde, sino que además me estaba convirtiendo en un amante de este deporte.
Con esa edad hay muchas cosas que te marcan, especialmente cuando es algo que a ti te gusta, te atrae y que enciende en ti la pasión por algo, en mi caso por el fútbol, creo que si hay un Mundial que marcó mi vida, fue este, Italia ´90 no solo marcaba mi debut como aficionado real del fútbol, sino que grabó en mi esa pasión por el fútbol. Tengo recuerdos, pocos, pero los tengo, creo que aquí fue donde comenzó mi afición a la Selección Argentina, mi deseo que Alemania las pierda todas de todas y entre todas las cosas, una cierta simpatía por la Selección Brasileña. Recuerdo que Brasil sudó helado por vencer por la mínima a Costa Rica, que se quedó en la siguiente ronda ante los Checos, en ese momento una muy complicada selección.
El debut de Argentina con una derrota ante Camerún en el partido inaugural con gol de Francois Omán Biyik (yo le decía Fransuá), me dejó un sabor amargo, no me creía que la todapoderosa Argentina de Maradona, Basualdo, Balbo, Burruchaga y Sensini, cayera en su primer partido, pero así fue, el vigente campeón caía ante Camerún, una selección para mi en ese entonces, un tanto “desconocida”.
Tengo muy presente el baile en el banderín de corner de Roger Milla después de haber anotado un gol en el encuentro entre Colombia y Camerún, tras un garrafal error de René Higuita de querer driblarlo. Creo que una de las cosas que más recuerdo y aprendí de ello es nunca, pero nunca, jugarse la vida siendo defensor, o en su caso portero, y siendo el último jugador, ante un delantero con astucia. Higuita pagó caro su error y a la postre su selección quedó fuera de competencia.
Fue en este Mundial, donde vi volar por los aires a un tal Walter Zenga, marcar goles como churros a un famoso “Toto” Schillachi, que se convirtió en el máximo goleador del torneo, a un Paolo Maldini que luego sería un histórico en el Calcio Italiano y por supuesto al divino Robero Baggio, qué equipo.
Creo que uno de los encuentros en los que más sufrí fue el que enfrentó a Brasil y Argentina por octavos de final, quizá a mi juicio uno de los encuentros más tácticos pero a su vez muy emocionantes en cuanto a aquello que se enfrentaba una de las más grandes potencias del fútbol según decían en ese año ante el campeón Argentina. No puedo describir cuánto grité el gol que marcó Claudio Paul Caniggia al 81, cuando el partido estaba casi por marcar el alargue tras una enorme habilitación del “Pelusa”, para que el 8 argentino dejara en el camino al porterazo que siempre fue Taffarel y decretara la victoria argentina y el pase a los cuartos de final.
En ese entonces, venía haciendo ruido una tal Alemania, que en ese entonces se denominaba República Federal de Alemania, con una plantilla que daba miedo, Illgner, Brehme, Matthaeus, Klinsmann (siempre lo detesté), Voeller, entre otros, que venía como siempre, como un tanque pasando por encima de cuanto rival se le pusiera enfrente.
Sufrí nuevamente cuando Argentina enfrentó a Yugoslavia y al final del tiempo extra la definición desde el punto penal daría al vencedor. En ese momento, un tal Sergio Javier Goycochea, ya era figura en la albiceleste, pero el momento cumbre de la tensión fue el penal atajado a Diego, pero luego, un sublime Goyco, atajó 2 penales seguidos y Argentina llegaba a las semifinales, le esperaba Italia.
En un Mundial pesa enormemente jugar contra el local, Italia, en casa tenía todo para hacerse con la victoria, pero el combinado argentino sin lugar a dudas, también tenía las armas y los recursos. Italia abriría temprano el marcador con Schillaci al ’17, Argentina lograría igualar tarde, al ’67, sufrido, muy sufrido, de la ruleta de los penales nuevamente saldría el vencedor: Baresi, Baggio, De Agostini, todos marcaron por Italia; para Argentina, Serrizuela, Burruchaga y Olarticoechea también lo harían. El cuarto penal italiano sería atajado por Goycochea a Roberto Donadoni y Maradona marcaría el suyo. El momento cumbre fue un nuevo penal parado por el meta argentino a Aldo Serena, Argentina estaba en la final. A mi edad, lo único que deseaba era que Diego y Argentina levantaran una nueva copa del Mundo, recuerdo poco y nada del Mundial de México en el ’86, es más, me atrevería a decir que con 5 años de vida, no sabía qué era lo que se jugaba.
El día de la final, nervios, Argentina enfrentaba a Alemania, era mi primera final, deseaba que la albiceleste fuera campeona nuevamente, pero los alemanes siempre fueron superiores, sólidos y fuertes pusieron contra las cuerdas a los suramericanos, muy poco, sin algunas de las figuras titulares y bases del equipo, Maradona con poca libertad, y enfrente a una muy motivada selección alemana que buscaba lograr el éxito que se les escapó de las manos en México ’86. Argentina tuvo que remar contra corriente con un hombre menos por expulsión de Pedro Monzón por una espantosa falta sobre Klinsmann, pero ni así, Alemania únicamente encontró la puerta a la victoria tras un penal de Néstor Sensini sobre Rudi Voeller que se encargaría de traducir en gol Andreas Brehme. Me quedé siempre con la sensación que fue un penal inexistente y quizá hasta el día de hoy lo mantengo, pero lejos de todo y de ver muchas repeticiones, estoy seguro que Goycochea estuvo a tan solo milímetros de tapar la trayectoria del balón. Al final Argentina terminó llorando esta derrota como tal vez muchos millones más, al igual que yo.
Desde esa vez nunca imaginé un Mundial en el que ganara nuevamente Alemania, y sigo esperando que sea Argentina quien levante una nueva Copa del Mundo. Veremos qué pasa en Brasil.