El Barça transita por un camino habitual en los últimos meses, pero para su desdicha, pasó de ser un súperequipo que se comió al City en base al juego de posesión que lo llevó a atesorar el título de mejor equipo del mundo, a ser ninguneado y vapuleado por la Real Sociedad que dejó a la luz pública las carencias, deficiencias y desgano de un puño de jugadores.
De la gloria al fango, no se puede decir más claro, jugar como los dioses una vez pero demostrar que su propia irregularidad lo hace comer el polvo nuevamente, sin que ninguno se entere de lo que pasa y tampoco existe convicción plena de cómo cambiarlo, son los elementos que más cuestionamientos generan hoy en día.
Equivocación garrafal de Martino aparte, la actitud de los jugadores lo es todo, y es que el técnico habrá creído que lo que puso en la cancha era lo mejor con que contaba, pero que esos jugadores no rindan con lo que se espera, que no den la talla, y que tampoco asuman que sólo con camiseta no se gana, el resultado es éste.
Es tan subjetivo medir la actitud de un jugador y a la vez cuestionarle si se emplea a fondo o no, pero visto el desgano con el que algunos encararon el encuentro, da la sensación que algo pasa en el vestuario que no se hace público, pero que la magia poco a poco se va terminando, y si el técnico o los capitanes no hacen un alto, la cosa terminará tan mal o peor que cuando el Bayern lo cogió cual juguete roto.
Se espera mucho de este Barça, pero hasta este momento la irregularidad en juego y en resultado marca la pauta, y su actitud de derrotismo y desgano es tan visible como para poner en serias dudas hasta dónde se llegará al finalizar esta temporada. Sólo el tiempo lo dirá.