Alianza y Fas ofrecieron un recital de fútbol el pasado domingo en el Cuscatlán, cinco goles, remontada, emoción, y entrega de los futbolistas, hacía mucho que no disfrutábamos de un encuentro de esta magnitud, a veces nuestro fútbol es tan mezquino que se prioriza por la táctica que por las emociones y el espectáculo.
Afuera de la cancha, en los graderíos, la historia era otra y muy diferente, aficionados que creen que la violencia es sinónimo de apoyo a su equipo, que creen ignorantemente que para demostrar su sentimiento y su afición hay que ser radicales y llevar pólvora a los estadios, algo tan peligroso como innecesario, de poco sirvieron los esfuerzos de la directiva Aliancista como el dispositivo de seguridad ejecutado por la Policía.
Dos detonaciones de gran magnitud hicieron temblar el Cuscatlán, el país entero temió lo peor, y mientras algunos aún no concebían que un ambiente de guerra había invadido el estadio, se veía muchos aficionados celebrando fervientemente esta estupidez, mientras otros tantos desmayaban y protejían a sus hijos pequeños, a esa generación que muchos padres quieren inculcar ese deseo de asistir a un estadio y apoyar al equipo de sus amores, tradición que poco a poco va cayendo a consecuencia de estos actos de ignorancia.
La sanción no fue ni ejemplar ni acorde a lo sucedido, afortunadamente no hubo muertos que lamentar, tampoco hubo suspensión del encuentro, algo implementado en otros países, pero en el nuestro, mientras la sangre no corra no se toman acciones de prevención, no hay que esperar a que hayan muertos para tomar acciones más drásticas contra los que no entienden que hay formas de apoyar a tu equipo, pero esta, no es una de ellas.
Quizá la violencia ya es parte de nuestra cultura, culpa de los tiempos que el país vive, pero también es cierto que se debe trabajar por una auténtica cultura de prevención en los estadios, queremos menos violencia y más fútbol.