La Selecta juega, y nadie quiere perderse el encuentro, no importa si el canal local tradición en deportes no lo transmite, o si para verlo haya que asistir al estadio, el aficionado salvadoreño hace lo que sea con tal de apoyar a la Selecta, no importa si ande bien o ande mal, y si al final gane, empate o pierda, el salvadoreño de sangre azúl es así, apoya a su selección en las buenas y en las malas y en todo lugar.
No importa que te llegue la posibilidad que la UMO te arrastre a garrotazos por estar tirando agua a quien no lleve la camisa azúl o porque te dedicaste a emborracharte desde antes que iniciara el encuentro -de los cuales llegan muchos-, lo cierto es que a la hora que la selecta juega, llegar al estadio es una locura, encontrar un parqueo dentro del estadio lo es más pero ver a tu amada selecta en vivo y en directo es algo que no tiene precio.
Confieso que las veces que he visto a la selecta jugar en el cusca no pasan de lo que suman los dedos de mis manos, pero en todas esas ocasiones, apenas esta ha sido la primera vez que la he visto caer derrotada, y honestamente, enoja en exceso ir al estadio y salir con la cara larga por la derrota.
He leído muchas notas que hablan sobre el partido y en todas encuentro excusas, culpables, molestias, análisis tecnicos y tácticos del porqué se perdió ante Jamaica, pero a la mayoría se les ha olvidado mencionar a la afición que siempre llena los graderíos del Coloso de Montserrat, a quienes en su mayoría, somos trabajadores que vamos al estadio a dejar el estres laboral diario, a disfrutar con los amigos lejos de la oficina, a ver el deporte que tanto amamos y a querer ver ganar a la selección que representa la tierra que nos ha visto nacer.
Logré entrar al Coloso casi a las 6 de la tarde, un gran vacío se veía en todas las localidades, afuera, el caos vehícular y las filas de aficionados queriendo ingresar, hacían que por el momento el estadio luciera vacío, pero a medida avanzó el tiempo se fue llenando poco a poco, las cervezas iban y venían, las hamburguesas también, las tostadas, las chicharras, las sodas, la pizza y sin faltar los panes “mataniños”, comer en el estadio es una obligación, el hambre ya hacía su aparición, como también lo hicieron los jugadores jamaicanos, ante la rechifla de la afición que ya comenzaba a llenar los graderíos.
Casi 30 minutos después lo hizo la selecta con plantel completo, se veían las caras de los hermanos Alas, Cheyo, Arturo, Osael, Ramón, Montes, Turcios, Deris, Messias… ya casi era la hora, las 7:00 p.m., pero como todo buen salvadoreño, el encuentro no comenzó sino a las 7:30, el sector sombra casi lucía a totalidad, como también preferente, y el vietnam simplemente era una marea azúl. La ola, el tumbo, los gritos, los pitos, El Salvador, El Salvador!!
La afición rechifló el himno jamaicano y gritó el himno salvadoreño, el encuentro comenzó, el Coloso rugió con la primera llegada salvadoreña y se quedó enmudecido con el primer gol jamaicano, un despiste, contragolpe y gol, -la paternidad jamaicana dije para mi-. Nueva jugada, nuevo despiste, Messías regaló el balón en la salida, otro contragolpe y gol, era el 0-2 y la posibilidad de caer goleados se cruzó por todas las gargantas salvadoreñas, que incómodos y molestos, comenzamos a recriminarle a nuestros jugadores, pero Cheyo se ingenió un pase magistral y Alas anotó de cucharita o de vaselina como quieran llamarlo, un auténtico golazo, era el descuento y la locura invadió las gradas. El marcador no se movería más, el descanso llegó.
Descubrí que comer en el sector de sombra sale más caro que en vietnam, una hamburguesa te la vendían hasta en $2 si no ponías cara de vivo, lo mismo sucedía con la cerveza, te pedían hasta $3 por una vasada del preciado líquido, pero regateando como todo salvadoreño, solo gasté $3 en mi cena. Con la comida en la garganta se llegó el segundo tiempo, la remontada era posible, era tan solo un gol la diferencia, la selecta intentó tirar del carro de lo posible y se fue con todo a marco rival, pero en una de esas, Cheyo abusó del juego personal, se cayó y perdió el balón, ni falta ni nada, pero el balón corrió con prisa hasta la cancha salvadoreña, eran 5 jugadores jamaicanos y apenas lograron cerrar 4 salvadoreños, gol. Era un lapidario 1-3, tan pesado como el ambiente que nos comió la lengua y el deseo de seguir apoyando, pero la sangre azúl que corre por las venas del salvadoreño nos animó a pedirle a los muchachos a hacer la hombrada, pero más cerca de ampliar el marcador estuvo Jamaica que la selecta de encontrar el empate, que ni siquiera con un jugador más en la cancha ni con un penal a favor de la selecta y que pegó en el travesaño cobrado por Osael, pudieron siquiera cambiar el rumbo de una derrota prácticamente sentenciada.
Apenas llegó el 2-3 cuando el marcador ya estaba viviendo sus últimos minutos; “DE LOS COBOS, DE LOS COBOS” gritaba la afición, pero no, no es a El a quien necesita la selecta, es algo más que un cambio de técnico lo que necesitamos…
El encuentro finalizó y buena parte de los aficionados aún presentes aplaudieron a los muchachos, que dejaron los huevos en la cancha para intentar darnos una alegría -hay que reconocerlo- pero no se pudo, ahora es tiempo de seguir escribiendo los errores y nuevamente intentar aprender de ellos, para tratar de no repetir la historia en encuentros futuros, lo cierto es que la paternidad de Jamaica ya pesa y en serio.
Mientras, el aficionado salvadoreño seguirá apoyando a la selecta, pase lo que pase, esté quien esté, sea De Los Cobos, Rugamás, el “Pelé” Zapata o quien deba estar, el salvadoreño seguirá ahí, de pie en los graderíos del Cuscatlán, con su camiseta azúl, con la cara pintada de azúl y blanco, con la ilusión que ese día si ganará, y que ese día como al igual que todos en los que haya perdido, valdrá tanto la pena ir a apoyar a la selecta, porque el salvadoreño está ahí con su equipo gane, empate o pierda.