Los de la naranja ucraniana, conscientes de que se encontraban ante la oportunidad de sus vidas, saltaron al césped del estadio Sükrü Saracoglu de Estambul con más hambre de títulos que su rival.
Fieles a su estilo rápido y de toque, gracias al gran número de brasileños en sus filas, el Shaktar se adueñó del balón desde el inicio y comenzó a avisar en los primeros minutos del partido. Los alemanes, sin su estrella, Diego, sufrían demasiado sin el balón en los pies.
uando el partido parecía encaminado a la prórroga, Pyatov se resarcía con una gran parada a un cabezazo de Pizarro de su error en el primer gol. Por una vez, el fútbol daba la espalda a los alemanes y hacía un guiño al supuesto rival más débil.
El tiempo extra no varió el guión. Fruto de la insistencia de los de Donetsk, la enésima subida por la banda del croata Srna, uno de los más destacados de la final, finalizó con un pase al punto de penalti que remató el brasileño Judson al fondo de la portería para subir el 2-1 al marcador.
Con un Werder que intentaba sin éxito poner cerco a la portería defendida por un Pyatov que terminó de enmendar su fallo del primer gol con otra gran intervención ante un disparo de Pizarro, los ucranianos pudieron sentenciar la final si la vaselina de Willian no se hubiese marchado por encima del larguero.
La segunda parte de la prórroga se convirtió en un acoso y derribo por parte del Werder, que se desesperó cuando el colegiado español Medina Cantalejo no señaló un claro penalti de Srna sobre Prodl y anuló un gol a Pizarro, bien anulado, por una falta previa del delantero peruano sobre su defensor.
Así se llegó al pitido final de un encuentro que ha encumbrado a un desconocido conjunto ucraniano y les ha permitido escribir la página más importante de sus más de 70 años de historia.