Estrellados contra el muro de su arrogancia, devanados sobre su soberbia, ahogados en su propio ego, así terminó el Madrid la noche de ayer luego de haber sufrido una estrepitosa (pero anunciada) derrota ante el Liverpool, que pone fin a su sueño europeo de una vez por todas, un anuncio que no tardó mucho en cuajar los resultados pobretones y mezquinos de un equipo apático y amarrete, entusiasmado más por la raquítica cuota goleadora de sus delanteros que le valia triunfos en La Liga y sumado a esto los pecados arbitrales decantados a su favor, el Madrid creyó, fiel a su estilo arrogante, que ésta vez sería diferente, que en el partido de ida le endosarían un 3 a 0 al Liverpool y el de vuelta sería nada más un trámite… y vaya si lo fue, éste equipo se quedó en el aeropuerto, se quedó de vacaciones, se vino de turista al Anfield, a jugarse la vida europea ante un Liverpool enchufado, entonado, fulminante y destructor que ya en 5 minutos había avisado sobre el aluvión que se le vendría al Madrid.
Fue una noche larga para éste equipo, acorralado, sin visión, sin juego, sin creación, sin ideas, perdido en la cancha, rodeado por cientos de almas hambrientas de victoria y de destrozar las ilusiones de éste que dicen algunos es el mejor equipo de todos los tiempos (para mi NO, claro está).
Si bien Casillas salvó al Madrid en numerosas ocasiones, solamente no pudo hacer nada en 5 ocasiones contra el Liverpool en ambos partidos, 5 dardos envenenados directo al pecho madridista: El primero para bajar los humos de grandeza, el segundo para callarles la boca, el tercero para matar su arrogancia, el cuarto para sepultarles la soberbia que los mantiene cegados hasta la corona y el ultimo, para recordarles que en el fútbol se habla en la cancha.